Historias del Club de Liderazgo Social
Ámbito Dependencia
Una de las mejores experiencias que tuve a lo largo de mi carrera profesional fue adentrarme
en el mundo de la dependencia, concretamente en el trabajo con mayores. Este era
especialmente calmado, y que te toque una etapa así cuando vienes de infancia y familia se
agradece, y mucho.
Tal y como nos ocurre con los niños y niñas, en ocasiones infravaloramos las capacidades y
habilidades de las personas mayores. Al ofrecerme la oportunidad de trabajar mano a mano en
un Centro de Día municipal, en el que cada día veía a esas personas con miradas llenas de
historias por contar y de las que aprender, pude desarrollar cada idea que se me venía a la
cabeza. Una de ellas era la de convertir un día de la semana en el día de la música de la época.
Era alucinante cómo, al encender aquel altavocillo, personas que tan siquiera pronunciaban
palabra, eran capaces de cantar una canción completa. La forma en la que se emocionaban y
se les erizaba la piel. La nostalgia les invadía y sentían en su interior unas ganas inmensas de
contarme todas sus vivencias, y a mí unas ganas inmensas de escucharlas.
Ante esto, no tuve duda.
– Quiero que en la próxima sesión del Club hablemos de dependencia-. Pensé.
Para ello recurrí al gran grupo de whatsapp “TRABAJO SOCIAL CANARIAS” con más de
1000 miembros y pregunté:
– ¡Ey! ¿Alguien por aquí que no solo se dedique a la dependencia sino que le apasione este
ámbito?
Precisamente lo que quiero trasladar en el Club de Liderazgo Social no es pura terminología.
Tal y como comentaba en la primera entrada del blog, es necesario que algo nos salga de las
víscera para poder participar en las sesiones y así transmitir la pasión y motivación en nuestra
profesión.
Ante la pregunta hubo varias compañeras y varios compañeros que se pusieron en contacto
conmigo por privado. Estuve conversando con cada una de esas personas por teléfono hasta
que dí con él:
OLIVER MEDINA
– Buenos días compañera, he visto el mensaje en el grupo y te escribo porque me gustó eso de
que “haya disfrutado en ese sector”. Yo no he trabajado para el servicio de orientación de
dependencia como tal, pero mi campo es las personas mayores dependientes y, de forma
indirecta, trabajo con ese colectivo. Además, también ejerzo por cuenta propia servicio de
orientación a personas con dependencia y discapacidad. Por si te vale de algo…
¿¿Que si me vale?? Oliver, eres todo mío en este momento.
Realmente este chico me resultaba conocido. Al moverme mucho por las RR.SS. sabía que
algo podía haber compartido con él pero no daba con qué.
En la primera llamada ya denoté la soltura que se necesita para exponer de forma natural, así
que pasado el filtro, lo posterior fue una cita por videoconferencia.
¡Wow! no solo tenía soltura sino que compartíamos los ideales de la profesión. Hablamos de
la necesidad de relativizar los problemas y de priorizarnos; hablamos de egos en la profesión
y lo importante que era conocer no solo nuestro potencial sino también nuestros límites para
saber hasta dónde sí y hasta dónde no. Fue una conversación muy amena de aproximadamente
unos 40 minutos que pasaron volando.
Oliver se considera una persona privilegiada. Él realizó las prácticas de la carrera en el Centro
Sociosanitario El Pino y, al finalizar, gustó tanto que le dieron la oportunidad de continuar. El
compañero nos contaba que cuando inició sus prácticas, cada día llegaba muy emocionado a
casa por la fragilidad y vulnerabilidad que encontraba en las personas mayores.
Tras un tiempo en el área comprendió que, sin duda, había dado en el clavo con lo que le
gustaba hacer. Se dio cuenta de que, a través de su profesión y junto a otras compañeras, tenía
la capacidad de proporcionar seguridad y, sobre todo, ganas de vivir a las personas con las
que trabajaba.
Se sentía privilegiado, también, por formar parte de un maravilloso equipo multidisciplinar
conformado por enfermeros, geriatras, psicólogos y terapeutas ocupacionales que tenían claro
el modelo de intervención a seguir: Un modelo centrado en la persona, en el que los deseos,
los sentimientos y la palabra de las personas mayores eran muy tenidas en cuenta.
Durante su etapa en el Centro Sociosanitario gestionó un servicio de Atención Residencial y
un Centro de Día. No olvida que cuando comenzó a trabajar, teniendo en cuenta la ratio del
lugar, tenía a más de 100 personas que dependían de la efectividad de su labor. Esto daba
miedo. Mucho miedo.
Poder trabajar en ambos recursos le daba la posibilidad de poner práctica distintos modos de
intervención. Sus funciones en el Centro de Día fueron, entre otras, asignar los turnos de
comida, gestionar los tiempos en las tareas diarias de las auxiliares, coordinarse con los
diversos agentes externos que trataban con los mayores, organizar expedientes y realizar
valoraciones domiciliarias. Recuerda lo valioso que le ha resultado siempre el trabajo de
campo y que, habitualmente, al introducirnos en el torbellino burocrático, olvidamos.
Esta etapa repleta de aprendizaje finalizó cuando lo llamaron para acceder al sistema
sanitario. Un método de trabajo completamente distinto en donde no se atendía a la persona
de manera individualizada, en la que no se contemplaba el estado emocional de la persona o
tan siquiera se podía decorar la propia habitación de la misma con el fin de resultar acogedora.
Comenzó a trabajar en un centro que no estaba libre de sujeción de los pacientes, es decir, en
donde todas y cada una de las personas que se encontraban en el lugar se mantenían
amarradas a la cama y a las sillas. Aunque pueda parecer sorprendente, esto aún ocurre, y
Oliver no tuvo otro remedio que asumir ese cambio de concepción.
Este cambio supuso comenzar desde 0 pues si previamente él ya recibía a las personas en el
propio recurso que se le había gestionado con anterioridad, en esta ocasión Oliver debía
acompañar a las personas desde ese primer momento para valorar y determinar su futuro más
próximo e incierto.
Nuestro compañero define su experiencia como un modo de poder experimentar las
sensaciones de las dos caras de la dependencia, siendo la perteneciente al sistema sanitario la
más dura, indudablemente. De forma repentina, pasó de acompañar a las personas a salidas de
ocio y a implementar talleres que generaban bienestar a, de manera drástica, discutir cada día
con familiares para que se llevaran a su ser querido a casa tras haber sido dado de alta.
Dado el amor que siente hacia este área, entre una experiencia y otra, su objetivo número uno
ha sido la de visibilizar y sensibilizar a otras compañeras de profesión respecto a la realidad
con la que se ha encontrado en el ámbito. Así, poquito a poco, tal y como él describe, ha
tratado de tutorizar alumnado de trabajo social en prácticas, ha dado charlas en el Máster
Sanitario de la UOC, ha colaborado con el ICSE… Esto no ha sido fácil, pues para ello ha
tenido que estar a pico y pala con su propia dirección, de manera que le fuera permitido
ejercer libremente.
Y precisamente en esto último es en lo que el compañero ha querido incidir. Él considera que
nuestra profesión ha sido una profesión ninguneada e infravalorada, sobre todo, en el sistema
sanitario. Sin embargo, defiende la idea de no bloquearnos ante esa valoración externa sino
que tenemos y debemos modificar este planteamiento a través de una actitud proactiva, con la
que podamos mostrar lo necesario y valioso que es el trabajo social en la promoción del
bienestar de la población.
Esa necesidad e ímpetu hizo que Oliver diera un giro de 180ºC y compartiera su ejercicio
como asalariado con la aventura de darse de alta como autónomo. Lo hizo tras comprobar la
importancia de la figura del trabajador social como perito en los procedimientos judiciales
relacionados con la valoración de la dependencia y la discapacidad, y , por supuesto, tras
adquirir formación especializada para ello. Partiendo de esta premisa, si cualquier otro
profesional percibe altos ingresos por la elaboración de un informe pericial ¿por qué íbamos a
devaluar el peritaje social?
Así, se introdujo en el ejercicio libre de la profesión, pero no todo quedó ahí. Él quería seguir
avanzando por lo que realizó un estudio de mercado que le permitió valorar que era lo que él
podía aportar que otros no.
– ¿Qué servicios podría ofrecer en base a mi experiencia y que no ofrecen mis competidores? –
. Se preguntaba.
Desde esa pregunta autoreflexiva nace “Servicios Sociales Oliver Medina, especialista en
Personas Mayores” (@servicios_socialesoms), ofreciendo, en principio, cuatro tipos de
servicios diferentes:
1. Gestión Documental: Con este servicio facilita cualquier tipo de trámite a familias
cuidadoras de personas mayores para el acceso de las mismas recursos que cubran sus
necesidades.
2. Peritaje Social: En relación a lo descrito anteriormente.
3. Intermediación con otros profesionales: Búsqueda, gestión y coordinación con recursos.
4. Formación: Habiendo impartido cursos sociosanitarios para la ESSSCAN y habiendo
trabajado en conjunto de otros compañeros de profesión como Moisés Oliva
(@socialgoodinfo), a quien Oliver considera mentor, así como con Víctor Nieto
(@victornietots) a través de su plataforma “Academia de Trabajo Social”, decide embarcarse
en solitario en este mundo de la formación.
Casi llegando al final de la sesión, nuestro compañero refuerza la idea de que nos
arriesguemos ampliando la mirada de la profesión. Que nos apoyemos unos en otros y
facilitemos el trabajo en red. Que lo luchemos a tope. Que, a veces, las cosas no son lo que
parecen y que podemos llegar mucho más allá de lo que creemos transformando desde lo más
simple. Que fortalezcamos nuestra profesión desde una relación de ayuda profesionalizada y
no desde el asistencialismo. Y, sobre todo, que profundicemos en nuestras propias
frustraciones y en ese ejercicio de introspección tan necesario cuando trabajamos de cara a lo
más vulnerable de la humanidad que, de un modo u otro e inevitablemente, rebota en nuestra
propia fragilidad.
Oliver nos pide una cosa clara:
¡Fuera la actitud derrotista y actuemos con determinación!
¡Gracias, Oliver, compañero! Por tu calidez y amor no solo hacia un ámbito muchas veces
desconocido y poco llamativo, sino por la pasión hacia nuestra profesión.
Fdo: Aránzaza G. Buttler
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