Relato Teresa Cabeza

Historias del Club de Liderazgo Social

Ámbito Penitenciario

Teresa Cabeza, Trabajadora Social

Comenzamos el Club de Liderazgo Social sin aún tener todas las sesiones del año cubiertas ya que se trata de un proyecto piloto que surgió de una manera casi informal, motivado por la necesidad de crear un espacio seguro y de apoyo para las compañeras y los compañeros de profesión.

Esto ha hecho que en ocasiones, durante la búsqueda, dé vueltas y vueltas hasta encontrar a la persona que encaje dentro de los valores que se quieren transmitir en este lugar. No es tarea fácil, no, pero cuando llega no solo sientes alivio sino unas ganas tremendas de ser partícipe y escuchar todo lo que la persona invitada va a exponer.

Esto ocurrió antes de encontrarme con Teresa Cabeza. Es curioso como van apareciendo señales que te dirigen justo hacia lo que buscas en el momento perfecto. Había oído hablar de ella a mi alrededor los meses anteriores. Como ya tenía cubierto el trimestre y tenía otras ideas rondando, no me había parado a valorar el contacto con la compañera. Sin embargo, su nombre se quedó bien guardado en mi mente e iba revoloteando de un lado a otro hasta que llegado el mes de mayo comienzan a bombardearme sin cesar con el nombre de la compañera.

– ¿Ya es hora de llamarla no? – Pensé.

La primera vez que hablé con ella sentí su energía arrolladora. Una mujer torbellino desde la cabeza a los pies. Eso sí, humilde como la que más. Me repetía una y otra vez que había otras compañeras con más experiencia que ella en el ámbito del que se le había propuesto a hablar.

– Teresa, pero nosotras no buscamos única y exclusivamente conocimientos, buscamos también actitud y queremos la tuya – le respondí.

Y es que en el Trabajo Social los conocimientos podemos adquirirlos en el día a día. Es imposible saber de todo todo el tiempo, por lo que las habilidades sociales y emocionales intrínsecas en ti son enormemente más valiosas. Lo que queremos trasladar a través del Club es precisamente esto, evitando frustrarnos por desconocer algunos aspectos cuando accedemos a un nuevo puesto de trabajo o cuando nos encontramos con ciertas dificultades. Lo realmente importante es reconocer nuestro potencial y nuestras limitaciones a la hora de resolver situaciones problemas en la profesión que, como ya sabemos, surgen prácticamente en cada segundo de nuestro desempeño. Esto no quiere decir que no sean importantes dichos conocimientos, pero es evidente que partimos de ellos para ejercer, sin embargo es posible que no sepamos cómo ponerlos sobre la mesa.

A lo que iba, que me lío.

Tras varias conversaciones telefónicas con Teresa, finalmente se decide a acudir a nuestra quinta sesión… ¡Y pedazo de sesión se marcó! Todas las personas allí presentes nos quedamos con muchísimas ganas de saber más sobre su labor en Centro Penitenciario. Ella se había traído sus propias diapositivas, mostrándonos todos y cada uno de los recovecos de uno de los centro en donde había trabajado. Nos iba explicando cómo estaba estructurado, las actividades diarias de los internos y la manera, humana, en la que ella abordaba la intervención con ellos.

Hizo hincapié, en numerosas ocasiones, en que cuando iba a intervenir con las personas internas, los delitos que hubiera cometido no eran, ni mucho menos, determinantes, ni siquiera necesarios conocer, para planificar su intervención. Esto evitaba sesgos y prejuicios, lo que enriquecía su labor.

Como les decía en un principio, Teresa ha sido todo un torbellino y si nuestra pretensión de motivar con ella lo teníamos fácil.

Nuestra compañera es una mujer con un largo recorrido y jamás ha permanecido estable en ningún puesto de trabajo. Sin embargo, esto no ha supuesto impedimento para estar activa todo el tiempo. Cuando hablamos por teléfono antes de la sesión, uno de los mensajes que me pareció muy importante transmitir a las personas asistentes al Club era que en esta profesión lo mejor y más tranquilizador no tiene por qué ser siempre mantenernos toda nuestra vida en un mismo lugar. Creo firmemente que para poder ejercer hasta nuestra jubilación con la energía de Teresa es necesario ir cambiando de espacios y sanando los anteriores.

Teresa finalizó la carrera de Trabajo Social en el año ‘94. Describe su relación con la profesión como una relación de pareja con quien lleva compartiendo 30 años de su vida, con sus momentos de crisis, pero también sus etapas idílicas. Asimismo, haciendo balance de esta curiosa relación afectiva (que no sexual, supongo) refiere que han sido tantas las situaciones positivas que ha vivido que no duda en seguir decantándose por ella.

De igual modo, la compañera nos cuenta su etapa más crítica: Después de estar dirigiendo durante cinco años una casa de acogida para mujeres Víctimas de Violencia de Género con otra compañera, Olga, que estaba presente en la sesión, y en la que trabajó a su vez nuestra querida Manuela, invitada anterior al Club, le comunican con dos horas de margen su despido. Para ella esto fue un varapalo enorme con la profesión, y aunque fuera duro el proceso se enfrentó con la empresa judicialmente, siendo el resultado favorable lo que ayudó a continuar su recorrido con otra actitud. A pesar de ello, Teresa recuerda con dureza que, meses después de lo sucedido, acudió junto a su compañera, Olga, y otro compañero, Ángel, al Congreso de Trabajo Social en Mérida, y mientras se encontraban desayunando les decía entre lágrimas que ya no quería dedicarse a su amada profesión. Se sentía devastada.

– Menos mal que me arrepentí de esas palabras porque las experiencias que vinieron después no fueron igual de buenas, sino mejores. A lo mejor no hubiera vivido estos tres años en un centro penitenciario, a lo mejor no hubiera ido a Madrid a examinarme de la plaza que estaba ocupando, a lo mejor no hubiera conocido gente tan buena como Olga, como Ángel o mis tres compañeros de equipo técnico, quienes a día de hoy son verdaderos amigos. Quizá no hubiera conocido a personas que, por mi edad y mi movilidad laboral, en este momento vital podrían ser mis hijos o hijas y de los que, sin embargo, aprendo cada día y me llenan de energía -. Relataba con entusiasmo.

Sonreía contándonos que ella suele trabajar con la gente más joven porque reconoce que los de su quinta o están cansados o muy quemados de la profesión o ya adaptados a sus puestos sin que surjan nuevas ideas o proyectos. Teresa, por su parte, debido a su movilidad laboral ha de adaptarse continuamente al mercado lo que supone estar continuamente renovándose.

Teresa nos explicaba que estos 30 años de recorrido ha fortalecido su capacidad de adaptación en un nivel al que no todo el mundo llega. Cierto es que también tiene su desventajas pues con 52 años cualquiera querría estar estabilizado laboral y económicamente, pero de esta manera no podrías permitirte el lujo de saber si quieres o no continuar en el lugar donde estás.

– ¡Tengo la gran suerte, todo hay que decirlo, de que tengo 52 años, pudiendo ser esto un handicap debido al edadismo en el acceso laboral, y aún elijo a qué me quiero dedicar! -. Exclamaba.

Sin ir más lejos, en estos últimos 6 meses ha estado como profesora sustituta en la ULPGC. Antes de acceder a esta oferta, tuvo la oportunidad de rechazar hasta tres ofertas de empleo. Muy tentadoras, además. Una de ellas era como Directora de Formación de Alternancia al Empleo (PFAE), muy cerca de su casa. Sin embargo pudo elegir qué quería hacer en ese momento. A pesar de que en el puesto ofrecido su salario era muchísimo mayor, decidió dar un giro y terminar un curso escolar con 160 alumnos. Es evidente que esto pudo hacerlo porque su contexto y situación socioeconómica ayudaban. No todo el mundo podríamos y de eso somos conscientes, pero lo más importante es que, de un modo u otro, ella ha preferido constantemente, a lo largo de su periplo, DECIDIR.

Política Social y Metodología del Trabajo Social fueron las asignaturas impartidas. El feedback por parte del alumnado fue tan positivo que pudo olvidar la precariedad de sus condiciones para continuar hasta el final. Nos contaba Teresa que en la Universidad no existe el trabajo en equipo. Te sientes sola desde que entras hasta que te vas, por lo que se tenía que buscar las castañas continuamente. Es por ello que el alumnado puede llegar a convertirse en tu pilar fundamental. Un alumnado que conoce perfectamente tus fortalezas y debilidades, pudiendo ser esto un arma arrojadiza, pero convirtiéndose en un potente vínculo que hace que quieras acompañarlos el máximo tiempo posible.

Al fin y al cabo, nos decía la compañera, esto también tiene que ver con cómo cada uno afrontemos los retos en nuestra vida. A ella le cuesta creer quien se define como diferente en su puesto de trabajo y en su vida personal. 

– ¿Entonces tienes doble personalidad? Porque a mí me parece una locura. Yo no puedo ser distinta en un lado y en otro. Soy la misma realizando distintas acciones, peros siempre con mi esencia.

Y, sin duda, está en lo cierto. Difícilmente podemos desligarnos de nuestra personalidad. Hay quienes nos dedicamos a la profesión con sentido del humor y un carácter más afable, y hay a quienes les cuesta un poquito más.

Teresa considera que su paso por la Universidad, aunque enriquecedor, ha sido duro y hostil, mucho más que su paso por el Centro Penitenciario, debido a esa soledad de la que hablaba. Considera que con esta experiencia ha descubierto que no se valora y aprecia lo suficiente a las futuras generaciones que nos preceden. 

Nuestra compañera, a lo largo de estos intensos 30 años, ha trabajado en el ámbito de la violencia de género, con menores y familias, con mayores en un Centro de Día con personas con alzheimer, se ha dedicado a la enseñanza… Y así un sinfín de experiencias que será con lo que se vaya el día que deje de ejercer.

– La movilidad laboral con los años puede pesar, pero no me arrepiento -.  Afirmaba.

– Si antes era una cuestión que me condicionaba cada vez que me preguntaban otras compañeras en dónde me encontraba, hoy por hoy lo valoro positivamente. Mis compañeras están deseando jubilarse, sin embargo yo no paro de estar motivada y aprender cosas nuevas -. Nos comentaba.

En medio de la conversación surgieron aportaciones en el Club, defendiendo esa movilidad laboral considerándola sana no solo para nosotras sino para las personas con las que intervenimos. Ellas se merecen personas motivadas y con ganas, y a veces permanecer durante mucho tiempo en el mismo lugar hace que no demos el 100% en nuestras intervenciones o, simplemente, como humanos, que nos acomodemos.

– Yo creo que la motivación de las profesionales por estabilizarse es principalmente económica. Si no hubiera tantas diferencias económicas de un lugar a otro, quizá a las personas no les importaría esa movilidad -. Aportaba la compañera María Rupérez, perteneciente al Colegio.

– Es cierto María, sin embargo pienso que esa estabilidad económica que todas las personas buscamos tiene mucho que ver con esa zona de confort de la que hablamos. A ver si me explico: Yo confío en mi estabilidad económica aunque esté en distintos puestos de trabajo. Confío pero porque confío en mí por lo que entiendo que esto se debe a ciertas inseguridades, normales dado este injusto sistema en el que nos encontramos. Sin embargo, hay que apostar por estar continuamente activas, incluso cuando ya estamos trabajando. De esta manera, iremos de un lado a otro con mayor facilidad. -. Intervine.

Teresa nos hablaba de ciertos aspectos de su vida personal, como cuando decidió, con 30 años, comprarse una casa y debido a su inestabilidad laboral sus padres se asombraron por tomar tal decisión. Hoy por hoy esa casa ya es suya por completo gracias a todo el trabajo realizado.

– No les quiero engañar. Ha habido épocas en las que no ingresaba por ningún lado porque no llegaba al año de trabajo y, por tanto, no tenía derecho a prestación. También me pasó en otra ocasión que durante ocho meses trabajé en una entidad para personas con problemas de drogodependencia y de esos ocho meses solo cobré tres. Luego me lo pagaron todo junto pero la pericia que tuve que hacer a lo largo de esos cincos meses fue conseguido gracias a lo ahorrado con anterioridad -. Nos confesaba Teresa.

Al fin y al cabo, son estrategias que cada persona adquiere con sus experiencias para afrontar ciertos retos. 

A la compañera le asombra de sí misma que a día de hoy el trabajo social le siga apasionando tanto o más que al principio. Todavía siente curiosidad por saber y conocer.

– Yo siempre tengo una máxima: Buscar el equilibrio entre lo que la profesión y su código deontológico me indica, y el contexto laboral. Si hay algo que es imposible para mí es ir en contra de mis principios, y ese es el principal motivo por el que me muevo de un lugar a otro. Me niego a ser un títere en manos de una cuestión partidista -.

Teresa refiere que ella es consciente de su evolución como trabajadora social. Sus 30 años de carrera le han permitido ser más humilde y ver el trabajo desde otra perspectiva; a pasar de ser una trabajadora social prepotente y consejera a ser una trabajadora social acompañante en las decisiones importantes de la vida de una persona: una trabajadora social que marcaba los tiempos y que ahora se adapta a los tiempos de la persona con la que interviene respetando el ritmo y las circunstancias de cada uno.

Echando la vista para atrás, Teresa, sin duda, se siente muy orgullosa de todo su recorrido.

Gracias, Teresa, por tu incondicionalidad, pero también por el mensaje de valentía y de esperanza a todas las personas que están iniciando su andadura y a aquellas que vamos en medio del camino, incluso para aquellas, también, que se encuentran en el final. Ha sido todo un placer y un honor escucharte y sentir muy de cerca esa energía desbordante.

¡Ojalá y coincidir en alguna de tus etapas, compañera! 

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2 comentarios en “Relato Teresa Cabeza”

  1. Buenas tardes
    Coincidí con Teresa cuando ella trabajó en Cáritas, si no recuerdo mal, y llevábamos los SS.SS. de la zona Jinamar-Telde. Es una excelente profesional y grande como persona. Grato recuerdo. Gracias Teresa por compartir tu experiencia profesional y vital.
    Interesante iniciativa del Colegio.

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