Relato Jonatan Viera

He de reconocer que escribir los relatos de compañeras y compañeros supone para mí cierta presión, pues, aunque lo intento hacer con todo el afecto y respeto del mundo, no deja de ser contar las historias de otras personas que, por mucha empatía que le ponga, yo no he vivido.

Antes de hacerlo, necesito escuchar la grabación varias veces para que mi cuerpo y mi mente sean capaces de introducirse en la historia de quienes, generosamente, se deciden a compartirla con nosotras. Esta pequeña acción requiere de mucha energía. Una energía posiblemente parecida a la que todas y todos segregamos para abrazar las historias de vida de quienes acompañamos en nuestras intervenciones. Una energía que, personalmente, he tenido focalizada en otras cuestiones en los últimos meses, pero que ahora recupero con muchas ganas para presentar a quien fue nuestro sexto invitado del año: el compañero Jonatan Viera.

Ambos fuimos compañeros de promoción. Me ocurrió lo mismo que con Jéssica Pestana. Durante la carrera, cada uno íbamos por nuestra parte, pero nos dimos cuenta de que nos recordábamos en cuanto tuvimos el primer contacto.

Como siempre, pregunté por el grupo si alguien sabía del tema que quería abordar en el próximo club: cómo crear una asociación y todo lo que conlleva la solicitud de subvenciones.

Yoni, que así lo llamábamos en la época, enseguida se puso en contacto conmigo por privado.

—¡Ostras! Jonatan, no he sabido de ti en todos estos años. ¡Qué alegría encontrarte!

Él, ya padre de dos hijas, enamorado de su compañera de vida, de su entorno, su comunidad y su barrio, fue voluntario entre 2011 y 2015 en un Centro Ocupacional, experiencia que lo marcó profundamente y que lo llevó a fundar en 2012, junto a otras profesionales, la Asociación Tagoror Ajei. Una organización sin ánimo de lucro con sede en su Barrial del alma, que fomenta acciones comunitarias. Además, en 2021 tomó las riendas de la Asociación de Vecinos de su barrio, formando parte de la Junta Directiva.

Comenzó su relato mencionando, como muchos otros compañeros, que el trabajo social nunca fue su primera opción. Él quiso dedicarse a la docencia vinculada al deporte. Sin embargo, dejó esta idea de lado por considerar que el acceso posterior a la vida laboral en este sector se complicaría. Y, entre descarte y descarte, quiso decantarse por lo que ya era conocido para él. Y es que, al parecer, su madre había sido durante muchos años auxiliar de un hogar de protección perteneciente al Cabildo de Gran Canaria, lo que hizo que nuestro compañero pusiera el foco en la profesión que a todas y todos nos une.

Supe que no me equivoqué desde el momento en el que otras compañeras de promociones anteriores comenzaron a compartir sus experiencias.

Hace referencia, una vez más, a la compañera Koldobi, a quien considera parte de sus grandes referentes en el trabajo social. Para él, sus clases generaron un plus a todo aquello que iba aprendiendo. Sentía que ese era el tipo de trabajo social al que se quería dedicar.

Aunque cada vez estaba más seguro de haber acertado, mencionaba durante su intervención que, en ocasiones, ver a su hermano al lado, estudiando libros que parecían el Quijote por su declinación hacia el Derecho, le hacía dudar de si el trabajo social realmente era una profesión que iban a tomar en serio.

Entre broma y broma, nos contaba que los exámenes de desarrollo nunca se le dieron del todo bien. Todo lo contrario con los tipo test, que se le siguen dando de maravilla después de tantas convocatorias a las que se ha presentado en los últimos años.

Recuerda que accedió al mundo laboral rápidamente tras finalizar la carrera. A principios de 2012 recogió el título y ese mismo verano comenzó sus primeros pinitos en Amigos contra el Sida, en donde conoció a la que ahora es la madre de sus dos hijas.

En la entidad no le quedó más remedio que enfrentar uno de sus mayores miedos: hablar en público a través de las charlas que debía dar a la población para sensibilizar sobre las ETS.

Reconoce que, aunque fue una experiencia realmente gratificante, hubo momentos muy duros. No fue fácil tener que abordar, frente a frente, con un chaval de 19 años su nueva vida portando VIH.

Esta experiencia duró escasos nueve meses, para luego retomar su actividad laboral en otro sector que, aparentemente, nada tenía que ver: vendedor de seguros de Santa Lucía.

—Eso de estar emperchao’ todos los días no iba conmigo.

Enseguida quiso volver a su terreno de batalla, así que decidió causar baja, aun sabiendo que no percibiría ningún tipo de prestación, para luego acceder a Asispa, en Teleasistencia, en donde volvió a coincidir con Gara, su pareja, quien se encontraba entre las asistentes de aquella sesión del Club de Liderazgo. Esta también fue una etapa muy corta.

Como habrán podido percibir, nuestro compañero no ha perdido el tiempo. Eso sí, ha podido empaparse de los diversos equipos con los que ha topado y enriquecerse creando una estupenda red profesional que ahora sigue sosteniendo.

Jonatan se define como una persona paciente, pacífica y relajada, a pesar de que esta profesión y todo lo que va sucediendo mientras la ejerces impiden que esas cualidades se mantengan a flote. Sin embargo, él ha seguido manteniéndolas férreamente. Lo hace porque, sin duda, es lo que necesitan las personas que se sienten perdidas y desesperadas. Esto no le ha impedido actuar en situaciones de emergencia de manera
efectiva. Al contrario, lo refuerza como profesional.

La siguiente experiencia, en Fundación Diagrama, fue más duradera y en donde se curtió a nivel de familias y menores. ¡Que levante la mano quien no se haya curtido en este ámbito…!

Ahí es donde te das cuenta de que muchos de los comportamientos que mantienen menores con medidas judiciales, y otros que no, forman parte de la estructura familiar que les precede. A veces pensaba: “¡madre mía, estos niños!”, pero cuando veía a las familias sentía que hasta poco hacían para todo lo que habían pasado.

Si bien es cierto que su misión era educativa, se sentía respaldado porque, al fin y al cabo, las y los jóvenes con medidas tenían la obligación de participar en el programa. Esto facilitaba la continuidad de la intervención. No ocurría lo mismo en los hogares de protección, por ejemplo, en donde también tuvo su breve experiencia.

Recuerda con gran cariño su experiencia en la Fundación, entidad con la que ahora, además, mantiene vínculo, ya que la asociación que preside tiene convenio firmado con ella para que aquellos menores que deban realizar trabajos para la comunidad lo hagan a través de Tagoror Ajei. Su objetivo principal es que el cumplimiento de las medidas se haga siempre desde la educación y la reintegración adecuada en su entorno. Por eso, a este convenio también se unen el Ayuntamiento de Gáldar, su municipio, y Guía, municipio colindante, con el fin de que los menores residentes puedan llevar a cabo el cumplimiento de medidas en sus propios barrios.

Tanto es así que Jonatan ha vinculado estos trabajos para la comunidad también a los Centros de Estancia Diurna de la zona, añadiendo así mayor valor a la intervención educativa y fomentando los encuentros intergeneracionales.

¿Es o no es un crack nuestro compañero?

Después de seis años en Fundación Diagrama, y tras varias llamadas por mejora de empleo para acceder a la romantizada administración pública, decidió solicitar excedencia para probar suerte. La primera llamada fue para ofrecerle un puesto en el Ayuntamiento de La Aldea. El salario era el mismo que en la Fundación, no así la distancia y el tiempo que perdía durante el trayecto.

—Me gustaría aprovechar la oportunidad para visibilizar una queja a la administración.
¿Cómo es posible que percibamos el mismo salario en la administración pública que en una entidad privada? O, incluso, ¿cómo es posible que te encuentres dentro del mismo ayuntamiento esas diferencias? —reflexionaba Jonatan.

La segunda llamada la recibió desde el mismo ayuntamiento que la anterior. Aun considerándolo una señal, continuó mostrando la negativa como respuesta. Por aquel entonces, él ya estaba en varias listas de empleo y valoró esperar un poco más.

A la tercera fue la vencida. Lo llamaron nuevamente, pero esta vez desde el Ayuntamiento de su municipio, Gáldar… Y, aunque fuera tan solo un proyecto de tres meses, decidió, por fin, probar suerte.

Acudió a la entrevista muy entusiasmado, pero… ¡no lo cogieron! Estaba tan convencido de que se iría de Diagrama, que había trabajado previamente en turnos de 12 horas para poder dejarlo todo bien atado antes de su marcha.

Su gozo en un pozo.

Sin embargo, esto no hizo que diera pasos atrás. Como ya se había hecho a la idea, se aventuró a activarse nuevamente en las listas del Ayuntamiento de Guía, en una convocatoria a la que se había presentado años anteriores. Consideró que necesitaba aprovechar la oportunidad para ir sumando puntos en méritos por su empleabilidad en la Administración Pública, a pesar de las carentes condiciones de algunas.

Todo esto ocurrió en 2021 y, a raíz de ahí, dio un salto al Gobierno de Canarias como valorador en Dependencia.

—¿Mejoran las condiciones? Sí, pero es cierto que en el servicio para el que trabajo actualmente, que es el de dependencia, pocas veces salgo a mi hora.

Para terminar la sesión, quise preguntar a nuestro compañero cómo definiría su relación con la profesión si esta se tratara de una persona.

—Para mí, el trabajador social me ha permitido poder desarrollar proyectos en mi propia comunidad, llevando a cabo una reflexión de Eduardo Galeano que comparto a menudo: Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, puede cambiar el mundo. Es evidente que no podemos salvar el mundo, pero por lo menos nuestro barrio, nuestro entorno… El trabajo social es eso: buscar cambios en nuestra sociedad y que lo que hagamos sirva para las generaciones posteriores. Dejarle a mis hijas una sociedad algo mejor, al menos en valores. En valores que se van perdiendo.

Escuchar a Jonatan ha sido un regalo para el Club. Su manera de entender la profesión, desde lo comunitario y lo humano, nos recuerda que el trabajo social es mucho más que trámites o expedientes: es sembrar vínculos, valores y esperanza en los lugares que habitamos. Gracias, compañero, por compartir tu recorrido y por recordarnos que, con pequeños gestos, también nosotras y nosotros podemos transformar nuestro entorno.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *