Relato Manuela Almendro

Historias del Club de Liderazgo Social

Ámbito Adopciones

Manuela Almendro, Trabajadora Social

Si pudiera definir la esencia y la motivación para que este Club de Liderazgo Social se llevara a cabo, sin duda, lo hubiera hecho con el nombre de nuestra compañera, Manuela Almendro.

Para la sesión IV del Club buscaba ir en la línea de la infancia y la familia, pero quería hacerlo desde puestos de liderazgo en donde colegas de profesión asumieran decisiones partiendo de sus competencias. Mi objetivo, además, era debatir a posteriori sobre la importancia de analizar cada una de las acciones diarias que realizamos y que conllevan, irremediablemente, la asunción de decisiones, por muy pequeñas que fueran, cuyo impacto no recae en nosotras sino en la población con la que intervenimos. De esta forma, me puse manos a la obra tirando de algunos contactos… ¿y quién mejor que mi compañero David para sacar de su agenda justamente lo que quiero?

– ¡Oye, Manuela Almendro sería un buen fichaje!

– ¿Por qué lo crees, David? No la conozco por lo que no tengo ni idea de qué podría aportar.

– ¡Pues te va a encantar! Esta metida ahora en el tema de adopción, en DGPIF (Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia), pero ha tocado varios palos. Es muy proactiva y tiene una historia de vida interesante.

Proactiva e interesante fue muy poco para lo mucho que luego me encontré.

Manuela Almendro no inició su carrera profesional tras finalizar la diplomatura. Lo hizo mucho antes. Incluso antes de saber que era Trabajo Social lo que quería estudiar. Lo hizo por su capacidad de análisis y aprendizaje mientras se enfrentaba a complicadas experiencias vitales. Lo hizo, tal y como ella misma se describe, por su capacidad resiliente.

Cuando le propuse a Manuela participar en el Club observé en ella cierto miedo. Ese miedo que aparece cuando todo lo que nos hemos propuesto en esta vida va acompañado de un esfuerzo indescriptible y, por tanto, nos autosaboteamos pensando que lo que vamos a afrontar nos supondrá, nuevamente, un esfuerzo parecido. Por mi parte, intenté tranquilizarla:

– Manuela, de verdad, es algo muy informal. Precisamente en el Club tratamos de visibilizar todas esas competencias pero también las carencias que nos ha conformado como profesionales. No requiere de una ardua preparación. Solo charlarás sobre tu experiencia actual y, a posteriori, sobre todo tu recorrido en la profesión.

Para ella, el hecho de tener que retroceder en el tiempo y desbloquear todos aquellos recuerdos y acciones que habían hecho que hoy estuviera donde está, le resultaba desconcertante y apasionante al mismo tiempo. Y es que haciéndolo, pudo reconocer una vez más su valía y poder en este largo e intenso camino.

Manuela finalizó bachillerato sabiendo que lo que quería era trabajar con personas, pero hasta ese momento no había encontrado cómo hacerlo de manera efectiva. Además, no pudo continuar con sus estudios, viéndose obligada a trabajar desde muy temprana edad debido a las dificultadas económicas por las que atravesaba su familia. Sin embargo, siempre tuvo la certeza de que más adelante estudiaría una carrera universitaria.

Su primer empleo fue como administrativa, pero esto no cumplía todas sus expectativas en cuanto a contacto con personas se refiere, por lo que intentaba saciar sus ganas formándose por las tardes con cursos de todo tipo. Uno de ellos relacionado con el turismo en Madrid, su ciudad natal. Manuela trataba de encontrar su camino. No perdía en ningún momento su objetivo y tomaba la dirección que le hiciera acercarse, cada vez un poquito más, a su meta.

En medio de su lucha, ganas y tesón, accedió a la Escuela Superior de Hostelería, concretamente para titularse como regidora de pisos, es decir, para poder ejercer como gobernanta de hotel. Consideró que esta profesión, además de trabajar con personas, reforzaría sus habilidades en la gestión, y esto le parecía muy interesante.

Al terminar la formación en la Escuela Superior, realizó sus prácticas en grandes hoteles tales como el Ritz, lo que le proporcionó suficiente experiencia como para que una cadena hotelera, también afincada en las islas canarias, la entrevistara para un puesto de trabajo. Una semana más tarde se vio viviendo en la isla.

Manuela, con gracia, comenta que ella no había venido a las islas ni siquiera de vacaciones. Su plan era acabar viviendo en el norte de España por su pasión por la montaña, pero ya sabemos estas cositas que tiene la vida; aunque sin perder de vista nuestras metas, nos toca, en ocasiones, dejarnos llevar por estas oportunidades fortuitas que se nos presentan.

Así fue como comenzó su andadura como segunda gobernanta dirigiendo un equipo de trabajo de 50 personas. Agradece, a través de su relato, a la primera gobernanta que tuvo como referente y mentora. Esta experiencia despertó en ella una lucha constante por dignificar la situación de trabajo de las camareras de piso dadas las condiciones inhumanas que afrontaban a diario en su puesto.

Despertó la lucha, pero también la frustración al darse cuenta de que no todo estaba en sus manos ¿les suena, compañeras?

Manuela acabó tan agotada del estrés que suponía aquel empleo que, a pesar de encontrarse fija en su puesto, pudo valorar, reconsiderar y reflexionar qué quería para su vida ¿era este su camino?

– Mira, si yo trabajo para mí todo lo que trabajo para esta gente puedo hacer cualquier cosa. Decía.

De este modo, negoció con la empresa su despido y gracias al subsidio por desempleo, realizó en primer lugar el acceso para mayores de 25 a la universidad y logró llegar a uno de sus destinos: Estudiar una carrera universitaria.

¿Cuál? Difícil de adivinar ¿verdad?

Accedió a la carrera de Trabajo Social porque ya sabía de qué manera quería trabajar con personas:

– Desde un trato mucho más humano, más presente y haciendo un trabajo tan bonito como este, que es el nuestro. Concluía.

Manuela, que además de perseguir sus objetivos profesionales no dejó atrás los personales, se quedó embarazada durante el primer año de carrera. Su hijo nació en el segundo año. Sin embargo, lo seguía teniendo muy claro. Ella “no podía NO aprobar esa carrera”. Era su momento y no lo iba a dejar escapar. Recuerda que le costó mucho esfuerzo. Durante el día asumía sus responsabilidades familiares y al llegar la noche, cuando todos dormían, no le quedaba otro remedio que empezar a estudiar.

Antes de terminarla, puso el foco en el ámbito de la migración. Todas sus optativas iban encaminadas a ello. Al llegar a su fin, su primer trabajo fue en una entidad privada – Mensajeros de la Paz -. Nos reíamos mientras lo contaba porque considerábamos nuestro paso por la entidad como un tortazo de realidad. Un lugar en donde se trabaja con dureza, pero que nos curte a quienes nos iniciamos en la andadura.

En su primera experiencia le asignaron tres hogares de protección: Uno de ellos, un hogar monoparental; el otro, un maternal de 0 a 3 años; y, por último, un piso de emancipación. Para Manuela esta experiencia fue bestial. Destacaba la buena voluntad de los y las educadoras que formaban parte de los equipos en los hogares. Recuerda, sorprendida, que los recursos eran casi inexistentes y que era el propio equipo quien utilizaba sus coches personales para trasladar a los y las menores de un lado a otro (esto parece que no haya cambiado mucho…).

Para Manuela esa etapa fue muy dura. Ella tenía un bebé y, por tanto, al ver a todos esos bebés que se aferraban a cualquier adulto de referencia como si no hubiera un mañana le resultaba impactante. Era inevitable ver a su hijo a través de los ojos de cada uno de ellos. Por suerte, esta etapa no duró mucho más que un año y medio.

Tras ello, decidió realizar un experto universitario en migración y un taller de empleo de mediadores interculturales que duró un año y del que obtuvo innumerables aprendizajes. Fue esta la raíz de que considerara una oportunidad desarrollar e implementar sus propios proyectos. Una vez más, sin olvidar sus metas, la primera idea que ofreció a una administración municipal se enfocó en una Oficina de Atención para Personas Migrantes. Desde el inició tuvo gran acogida. Además, ella también asumió la justificación del proyecto para que continuara siendo subvencionado y, de esta forma, darle continuidad a lo largo del tiempo.

Fue en el municipio de San Bartolomé de Tirajana en donde se llevó a cabo, cuya realidad, según nos traslada Manuela, es que 1 de cada 3 personas que residen en el municipio son personas de origen migrante. La idea principal era promover la convivencia multicultural por lo que todos los proyectos que se desarrollaban iban en la misma línea. Esta oficina de atención cerró, pero Manuela, sin rendirse, continuó presentando sus propios proyectos a las personas responsables de la administración, ofreciendo su propia gestión así como la obtención de subvenciones para que no resultara un costo para el propio Ayuntamiento.

Desde 2007 Manuela centró toda su actuación en favorecer el bienestar de las personas migrantes. Recuerda que con la comunidad marroquí se hacían preciosos talleres de fortalecimiento de autoestima. La compañera nos cuenta la realidad de las personas marroquíes que por aquel entonces le impresionaba:

– El hombre marroquí llegaba a España a trabajar, estaba unos años aquí viviendo y cuando sentia el deseo de formar una familia regresaba a su país de origen para casarse con una chica a la que no conocía de nada siendo a través de la reagrupación familiar el modo en el que ellas se instalaban aquí. Esto generaba en ellas una situación de alta vulnerabilidad en las que dependían administrativamente del marido, se las desarraigaba de su cultura y su familia, no hablaban el idioma, no tenían formación ni posibilidad de insertarse laboralmente y dependían única y exlusivamente de sus parejas.

Y continúa:

– En muchas de las ocasiones, las mujeres marroquíes sufrían malos tratos, y la manera en la que nosotras le acompañábamos era, en primer lugar, a través de la alfabetización para que pudiesen aprender el idioma, sensibilizarlas, empoderarlas. Era muy chulo ver la red que se generaba entre ellas mismas.

Todos estos pequeños proyectos se llevaron a cabo hasta el año 2011, justo en el momento en el que entra en acción un nuevo grupo de gobierno. Al parecer, este nuevo grupo de gobierno entendía que Manuela era simpatizante políticamente del grupo anterior, a pesar de que ella resaltara en todo momento su figura apolítica en el ejercicio del trabajo social. De este modo, y cuando ya se había recibido la subvención para el nuevo proyecto que Manuela había gestionado, se decidió desde la administración desvincular la figura de la trabajadora social del mismo,sustituyéndola por la de una pedagoga.

Esta situación le supuso a ella un amplio proceso de duelo. Manuela había puesto no solo su tiempo, sino su ilusión, sus ganas y toda su alma para poder llevar a cabo sus propias ideas durante los últimos cuatro años. Lo que más le dolió, sin lugar a dudas, era que su propio proyecto siguiera ejecutándose unos años más sin que ella fuera partícipe de él.

Además, a nivel personal le afectó enormemente. Ella tenía un hijo y una hipoteca que pagar. Era el año 2011, con la crisis inmobiliaria encima, habiéndose destruido muchísimos servicios en los que el papel de la trabajadora social era primordial. Se sentía perdida e increíblemente, y a modo de superviviencia, terminó trabajando de camarera de pisos. Qué paradojas tiene la vida ¿no creen?

Esto último, como todo lo que vamos creando en nuestro camino, supuso la apertura a una nueva oportunidad laboral. A raíz de la experiencia, comenzó a impartir certificados de profesionalidad de camareras de piso y gobernanta.

Y partiendo nuevamente de 0, otro tortazo de realidad aparece cuando accede, a través de una lista de reservas, a otra administración, aunque esta vez como trabajadora social en los Servicios Sociales. Manuela lo define como un máster express:

– Aquello era gestionar ayudas de emergencia con toda la sala de espera repleta de gente, llamadas telefónicas sin parar y con una jefa que no paraba de gritar y desestabilizarlo todo. Fue muy complicado.

Manuela tenía grabado a fuego la imposibilidad de quedarse sin empleo, así que nunca dejó de estudiar para poder acceder a todas las listas de reserva que se ofrecieran (ayuntamientos, Servicio Canario de Salud, Cabildo…). Jamás dejó de estudiar. Eso sí, gratis a poder ser porque no se podía permitir estudios privados. Ella siempre tenía opción B,C,D y todas las que hicieran falta. Es por este motivo que acabó siendo llamada, en el año 2016, de una lista de reserva del Gobierno de Canarias de 2009. Allí comenzó en los EVOs de Discapacidad, unos equipos conformados por psicólogos, médicos y trabajadores sociales. A Manuela le tocó, concretamente, trabajar en el EVO de niños. Le llamaba la atención porque mientras en el de los mayores la intención era que se les diera la discapacidad para poder acceder a todas las prestaciones posibles, en el de los niños era distinto porque las familias lo que querían era que no les dijeses que sus hijos e hijas tenían necesidades especiales. Fue una experiencia ciertamente agridulce.

A partir de ese momento, la volvieron a llamar  del Gobierno de Canarias para trabajar en adopción sustituyendo a otra compañera durante un año y medio, y finalmente pudo quedarse como interina en el mismo departamento hasta este preciso instante, y deseando finalizar su ejercicio profesional en este lugar que, además de bonito, no deja de ser un ámbito muy amable.

Cuando le pregunté a Manuela cómo describirla al presentarla en el Club, me dijo:

–  Capacidad de resolución de dificultades a través de la resiliencia.

Y creo que no ha habido mejor descripción que esta.

Todo un descubrimiento la figura de Manuela. Una trabajadora social de pura cepa. Sensible, empática y constructora de caminos; caminos que inevitablemente se complican, pero al mismo tiempo se tornan enriquecedores.

Gracias, Manuela, por haber decidido retroceder para darnos a muchas personas el impulso para continuar avanzando.

Fdo: Aránzazu G. Buttler

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2 comentarios en “Relato Manuela Almendro”

  1. David Delgado Santana

    Magnífica síntesis de la trayectoria de la compañera Manuela Almendro.
    Gracias Arancha por haberme permitido poner mi humilde granito de arena, en modo de contacto telefónico, para lo que supuso de interesante, enriquecedor y entrañable la charla que compartimos con Manuela.
    Abrazos,.

  2. Muy interesante y admirable la trayectoria de la compañera, gracias por hacernos partícipe de ella. Saludos cordiales

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